Rechazo en Mucuchíes

 Deberían dar una materia en la universidad donde te expliquen qué hacer después de graduarte; como una especie de guía, como una cachetada que te traiga de regreso a la realidad y te diga: “Baja de esa nube, ahora es que viene lo bueno”. Corría el mes de septiembre del año 2013, con apenas 2 años de graduada llevaba todo ese tiempo trabajando en un proyecto para un documental y ya ni me acordaba a cuánta gente le había enviado el proyecto, tanto para su desarrollo como para su financiamiento; hasta que finalmente recibí un correo para un famoso diplomado de documentales. ¡Imagínense la emoción! Ya me veía dirigiendo mi documental, haciendo todo como en mi época de estudiante pero esta vez un poco más pro. Y para añadirle más expectativas a la cosa, la sede iba a ser en mi país y yo sería la responsable de ser representante entre tantos extranjeros iberoamericanos.

El lugar era un pueblito que siempre quise conocer de mi país, quedaba en la misma ciudad donde estudié pero lejano en las montañas. Estaba ilusionada de poder conocer el pueblo, personas, visiones nuevas, y poder aprender de toda la experiencia. Las clases eran interesantes, sentía que estaba puliendo todos los conocimientos que ya tenía; estaba conviviendo con personas de todos lados: Colombia, Ecuador, Argentina, Uruguay, Paraguay, España, México y Brasil. Entonces recapitulo: pueblo acogedor, clima increíble, clases interesantes y pedacitos del mundo en un mismo lugar. La comida era deliciosa, y las noches estaban destinadas a sentarse en medio de la posada para observar a las estrellas. Hasta aquí todo iba muy bien, estaba siendo una aventura que me prometía crecer en muchos aspectos... pero ya ven, la juventud. Mi papá siempre decía: “Muchacho no es gente” y con esto quería decir, según sus propias palabras, que cuando uno está joven uno siempre va a querer tener la razón, sentir que todo lo que se hace y se piensa es lo único correcto... un poco lo que sería en la actualidad la tan famosa “generación cristal”. ¿Qué otro nombre le podríamos poner? ¿intolerancia? ¿terquedad? No lo sé, pero continuaré con el cuento: Yo estaba bien enamorada del tema de mi documental, de mis personajes, del hecho de poder hacer por fin una película por mi cuenta. ¡Ah! pero no me esperaba que en mi camino al “éxito” aparecería un antagonista para darle otro giro a la historia. Una de las jurados, famosa en el medio documentalístico, llegó el día del pitch a bajarme de esa nube como un viento en plena tormenta tropical. Sopló tan violentamente que afectó a mis oídos, ojos, mente y hasta el corazón. Pobre de él, ese si sufrió ese día. Si me pusiera a hacer una lista de decepciones, esta le ganaría a cuando descubrí que aquel novio que tuve, me estaba engañando mientras estuve de viaje. Resultó que lo que yo creía que era el proyecto de mi vida, la película que me llevaría a los festivales y a viajar por el mundo, tenía fallas en varios aspectos, sobre todo en el planteamiento. ¡En lo más importante! Bueno, así lo veía ella, para mí eso era muy subjetivo, tan subjetivo como mi punto de vista. ¡Ja! Resulté ser la única que descartaron, no podían continuar asesorando a alguien tan ingenuo con un proyecto tan disperso. Esa noche me embriagué en la plaza del pueblo, lloraba como magdalena mientras una Madame de Staël borrosa se me aparecía y me susurraba: “El desengaño camina sonriendo detrás del entusiasmo”.

 

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