Ciudadanos del Mundo
La casa se siente cálida, sus paredes blancas y altas hacen que entre mucha luz; se siente como un hogar, como un refugio, y fue justamente mi familia, mi hogar, la que le dio vida a esta casa.
Hoy celebramos el cumpleaños de uno de mis sobrinos, todos estamos reunidos desde la tarde, hay música variada porque nuestros gustos son así, y estamos preparando algunos pasapalos (como le decimos en mi país) en la cocina. Mi cuñado llega y trae las bebidas, una de mis hermanas se encuentra terminando de decorar la torta (pastel, le dicen aquí) en fin, estamos todos en esta casa de aquí para allá terminando de organizar y celebrando al mismo tiempo. Termino de decorar con globos y guirnaldas las paredes y me siento en la sala a observar el ir y venir de cada uno de los miembros de mi familia; mi perro “Totoro” se acerca emocionado con una pelota en la boca porque quiere jugar. Lo llamé así porque soy muy fan de los personajes de Miyazaki y el día que lo adopté llevaba una playera con ese personaje. Salgo al patio a jugar un rato con él, la brisa que sopla es relajante, se siente paz, hay muchos árboles y por ende mucha sombra y ambiente fresco. Una de mis hermanas nos llama y entramos, es hora de cantar el cumpleaños feliz. Cantamos medio desentonados porque así es esta canción, mi sobrino sopla las velas y nos sentamos a comer mientras conversamos. Contamos sobre nuestras anécdotas de trabajo, del vecindario, de las noticias del día a día, de nuestro país. Llevamos ya casi cinco años en estas tierras y aún nos sorprende todo lo aprendido, todo lo logrado; el hecho de que los niños de nuestra familia se estén criando aquí nos da también ese empuje y esa motivación para continuar. ¿Que si nos costó acostumbrarnos a una vida nueva? Pues si, claro que cuesta. La experiencia de migrar es muy subjetiva, es única e irrepetible, cada quién vive esa decisión y experiencia a su manera y nosotros no estamos exentos de ella. Se preguntarán por qué siempre hablo de “nosotros” y no en primera persona; bueno, es porque somos un equipo y nuestra experiencia fue en conjunto, aunque nos hayamos dividido en dos grupos para poder salir. Salimos de nuestro país con un mes de diferencia y cuando finalmente nos reencontramos comenzamos a vivir todos juntos por un tiempo. La casa estaba prácticamente vacía, se sentía fría y ajena, pocos muebles, pocas mesas, pocas camas, estábamos escribiendo una nueva historia y nuestro set era esta casa. Ideal para nuevos comienzos. De a poco la fuimos llenando y calentando, fuimos alimentándola no solo con accesorios y mobiliario, si no con cariño y con momentos del día a día en familia. Ha sido testigo de nuevos amigos, de llantos y risas, de discusiones, de cumpleaños y aniversarios, del crecimiento de nuestros niños y perro, del crecimiento de cada uno de nosotros como personas y como ciudadanos del mundo... Nos ha acogido y estamos agradecidos. Mi cuñado y mi hermana comienzan a bailar en el medio de la sala, los niños juegan afuera en el patio y el resto de nosotros seguimos sentados conversando. Sabemos que dejamos atrás muchas cosas, una tierra que nos vio nacer, amigos y familiares; pero el bienestar físico, mental y emocional que obtuvimos aquí ha sido nuestra recompensa. Puede que aún nos cueste acostumbrarnos, puede que aún la añoranza visite las puertas de nuestros corazones, pero la vida es así, una aventura, una página en blanco, una casa vacía que vamos llenando poco a poco con nuestra esencia, con nuestras almas, con nuestras experiencias... Ya es de noche, terminamos la celebración del cumpleaños viendo el cielo estrellado desde las sillas del patio, la casa nos abraza en silencio, nuestra misión continúa.
Comentarios
Publicar un comentario