La Plaza, Su Gente y el Ave Fénix
Era una mujer joven pero llevaba una vida un tanto monótona, vivía sola, hablaba muy poco pero observaba mucho. Digamos que le gustaba estudiar a las personas, a los lugares, a las situaciones. Un día al salir de su trabajo decidió desviarse de su camino a casa e ir a una plaza a estacionarse y allí como los policías en las películas se quedó observando como si estuviese de guardia vigilando algún sospechoso. Después del primer día esto se le hizo costumbre y se convirtió en su hobby favorito. La verdad es que ella quería ser escritora y sentía que su sueño se estaba evaporando mientras se le pasaban los años, mientras trabajaba en aquella oficina, mientras no hacía nada para cambiar esa rutina enfermiza. Aquella plaza le estaba brindando motivación a cambiar su ruta, a darle RCP a sus sueños; el lugar se estaba convirtiendo en su lugar favorito, allí, montada en su carro, cenaba algún pan con jamón y un poco de té verde; escuchaba música de la radio o algún CD viejo que tuviese por ahí, desde “The Carpenters” hasta “Billy Joel”; leía libros hasta que comenzara a oscurecer, titulos como Underground de H. Murakami, Todos los hermosos caballos de Cormac McCarthy, o la Perla de J. Steinbeck, por mencionar algunos; pero lo que más le gustaba era el ir y venir de la gente, escuchaba sin intención sus conversaciones y cuando no lo hacía, se las inventaba. Observaba las situaciones y escribía en su cuaderno sus propias historias, las inventaba, les añadía y las cambiaba. Una vez un grupo de hombres hablaban sobre ir a trabajar en la frontera para luego con un poco de suerte cruzarla y comenzar a ganar en dólares; el mismo día vio a lo lejos a una pareja que se encontraba esperando el autobús, la mujer le limpiaba el uniforme al hombre de manera preocupada y en silencio. Otro día vio pasar a una señora descalza, con harapos, que hablaba sola y no se le entendía nada, algunos le huían y otros actuaban de manera indiferente hacia ella, un hombre le intentó dar dinero pero esto fue el disparador de sus gritos y cambio de humor. Un jueves por la tarde cuando llegó a la plaza para estacionarse en su puesto predilecto, vio que alguien, un extraño, se había estacionado allí. Dio vueltas pero no consiguió un puesto cercano, así que decidió estacionarse en una calle paralela. Ese día, además del inquilino indeseado en su puesto, otro incidente la sorprendió cuando escuchó sirenas y vio las luces rojas y azules a través de su retrovisor; un policía le tocó el vidrio de la ventana para solicitarle que se moviera porque estaba en un lugar prohibido para estacionarse. Ese día tuvo que irse a terminar de escribir sus historias en casa. Los días en la plaza le recordaban en cierta forma a cuando estaba pequeña y esperaba en el carro de su padre mientras éste hacía compras o iba al banco. Ella prefería quedarse dentro mientras leía los comics que él mismo le compraba; Archie, Mujer Maravilla, Memín Pingüin, Periquita, La pequeña Lulú, entre sus favoritos. Devorarse aquellos fascículos era su pasatiempo, aquellas historias despertaban su imaginación; tal como ahora el hecho de observar en la calle a la gente pasar, escuchar sus conversaciones, ser testigo de sus acciones, la inspiraban a crear sus propias historias. Ahora, después de un par de meses, ella ha dejado su trabajo para quedarse en casa escribiendo su primer libro rodeada de sus viejos cd’s, cassettes y vinilos, porque la música en su vida no puede faltar; tazas con manchas de café o con bolsitas de té regadas por la sala, la cocina o el cuarto; cartas escritas a mano, postales con su nombre como remitente y una pila de libros, incluyendo diccionarios encima de su mesa. De vez en cuando sigue visitando aquella plaza esperando conocer a aquel extraño que le robó su puesto de estacionamiento; eso aún seguía siendo un enigma que como buena espía debía resolver. Así era su vida ahora, se sentía dichosa, pues de alguna manera su cuerpo había recuperado el alma y esto le hacía sentir poderosa como un ave fénix, ardiente en su vuelo, libre, con palabras fluyendo por su plumaje, viviendo la aventura de la vida y el amor por la creación.
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