Casa #08
Poco a poco iba cambiando, le iban construyendo baños, más cuartos, balcón, terraza; y así se iba transformando. Se podría decir que la casa crecía a la par de los miembros que la habitaban, pues era una familia grande, de 8 miembros.
Ya para finales de los años 90 la casa tenía entradas por doquier, muchos de los que la visitaban decían que entrar en ella era como un juego de Mario Bros, pues entraban y subían por una puerta y luego salían y bajaban por otra. Era divertido. Muchas mascotas pasaron por ella: perros, gatos, morrocoy, periquitos... y muchos árboles pasaron por su patio antes de que los eliminaran casi todos para dejar solo macetas con flores y plantas ornamentales. El árbol de mango fue el favorito de muchos, tanto de sus habitantes como de sus familiares, vecinos y amigos; todos lloraron cuando lo sacaron de raíz para construir dos cuartos más. En fin, en la casa #8, como en casi todas las casas, sucedieron muchas cosas con el pasar de los años, sufrió transformaciones, vio llegar e irse personas queridas, recibió más de una vez mariachis, incluso fue visitada un par de veces por los amantes de lo ajeno. Mucho se dice del apego de las personas a los bienes materiales, pero ¿qué tal si las cosas también sienten? al existir ya tienen vida, eso quiere decir que pueden sentir... ¿por qué no? Lo sé, puede parecer una locura, pero yo así lo creo, y esta casa, se sintió triste cuando sus dueños tomaron la decisión de irse a otro país. Habían pasado más de 40 años y las personas que ella vio nacer, crecer, llorar y reír, se iban... Y lo peor de todo es que decidieron llevarse pocas cosas, dejaron casi su vida entera dentro de ella, esto definitivamente le daba una sensación más triste. Álbumes fotográficos, libros, historietas, ropa, zapatos, cartas guardadas en gavetas, juguetes de cuando algunos de sus miembros eran pequeños, máquina de coser, hilos, revistas, películas en VHS y Dvds, discos de vinilo, Cds y cassettes... Porque sí, a esa familia le gustaba la música; desde Rocío Durcal, pasando por Leonardo Favio, Mecano, Backstreet Boys, y pare de contar. Sus gustos obviamente eran de 8 personas diferentes, así que la variedad era la protagonista. Todo esto y más quedó dentro de ella, y no era que la familia huía de algo, bueno un poco sí, pero era que al irse del país no podían llevarse la vida entera en un par de maletas a cuestas. Debían dejar y soltar lo material, se llevaron lo esencial junto con los recuerdos hechos en ella. Me dejaron un par de llaves, tenían confianza en mí. Vivo allí en el cuarto de la planta baja hasta conseguirle nuevos dueños; pero posiblemente sea yo el que se quede para siempre. Es que tiene algo que atrae, no sé si sea su tristeza y añoranza por aquella familia, pero se siente un aire cálido, protector y al mismo tiempo desamparado. No puedo dejarla sola, al menos por ahora. Además, he escuchado un par de ruidos en la madrugada en el cuarto del medio de la parte alta. Aún no he subido a comprobar más que todo por respeto a los que ya no están. De todas formas lo haré cuando sea el momento, cuando me inviten los fantasmas de su pasado, o cuando finalmente me mude con todas mis cosas y deba mover los recuerdos que allí arriba aún conviven; al fin y al cabo ese piso de arriba no puede estar tanto tiempo cerrado.
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