Luz hasta el último rincón del mundo

 


Aslaw era músico por decisión y vocación. Él era capaz de alegrar los días más grises, de consolar las caras más tristes, de conmover hasta las lágrimas con su arte como si de un súper héroe se tratara. La música como el amor son sus idiomas favoritos, idiomas universales capaces de hablar directamente al corazón y al alma.

Donde había polvo y escombros, él hacía ver flores de colores; donde escuchaba llantos y gritos, él los convertía en risas; y donde había personas solas y tristes, él los abrazaba con su cálida voz. Cuando hacía frío solo bastaba la calidez de su mirada para derretir cualquier témpano de hielo, cuando había dolor solo bastaba que sonriera para calmar como un bálsamo cualquier herida. ¿Cómo lo hacía? ¿Cuál era su secreto? Se preguntaban algunos, ¿Qué hacía para no dudar, para no dejarse llevar por el caos colectivo, por el rencor y la ira que estaba desatada en ese mundo que se estaba autodestruyendo?

Él en realidad no lo sabía muy bien, él solo confiaba, creía, soñaba, sentía y tenía la necesidad de convertir el amor en un fenómeno social que nunca decayera, que fuera capaz de garantizar la sobrevivencia en el mundo, todo, a través de la luz, de la música, del arte.

Sin embargo muchas veces Aslaw se sentía solo, sobre todo por las noches, por eso, ese mismo año en primavera emprendió un viaje por el mundo, sentía que una energía allá afuera lo llamaba, una energía mágica que hacía encender su corazón; para algunos esto solo significaba que necesitaba un poco más de inspiración. Recorrió diferentes lugares acompañado de solo dos instrumentos: su guitarra y su voz, y en cada rincón que tocaba y cantaba buscaba esa chispa que le ayudara a mantener encendida su llama.

Y si bien conseguía motivaciones, ninguna era capaz de levantar su ánimo o de ayudarlo a continuar. Después de unos años Aslaw había comenzado a dudar, porque hasta los súper héroes tienen debilidades. Había comenzado a tener miedo, a dejarse llevar por las sombras, esas con las que tanto había luchado en contra.

Una noche de verano después de un pequeño concierto en una plaza y cuando ya estaba dispuesto a abandonar su misión, recibió una carta que decía: “Querido Aslaw, ya era hora de que nos reencontráramos. Necesitabas estar solo un tiempo. No te imaginas cuánto te extrañé. Yo estaba dispuesta a encontrarte incluso hasta el fin del mundo y finalmente lo logré. Muchas noches veía hacia el cielo y pedía a las estrellas por ti, deseaba poder lanzar un hechizo de amor para volar hacia ti con la fuerza de mi corazón…”

Los latidos de Aslaw eran tan fuertes que estremecían a los árboles de alrededor como si de un viento se tratase; la chispa había regresado y con fuerza había encendido cada rincón de su alma. Con manos temblorosas continuó leyendo la carta.

“¿Te quedarías junto a mí? Yo te cuidaré, no tengas más miedos… Te brindaré todo el coraje que necesitas así como tú hace muchos años atrás me salvaste de la oscuridad brindándome magia con tan solo una mirada. Estoy dispuesta a acompañarte en tu misión. Quizás estés sorprendido, pero el destino es así…

Aslaw, mi corazón siempre ha sido tu hogar. 

Te ama,

Alma”

Al terminar de leer dejó escapar una lágrima. Aquellas palabras estaban tan vivas, tan llenas de ‘alma’ como su nombre lo indicaba. Volteó a todos lados buscándola y se sobresaltó cuando escuchó su voz: - ¿Recuerdas cuándo tocaste mi corazón por primera vez?

Aslaw la reconoció con tan solo una mirada y sonrió porque ella era la compañía y energía que tanto deseaba. Se conocían desde vidas pasadas y siempre se encontraban. Juntos eran luz y en su reencuentro hicieron brillar miles de corazones más hasta el último rincón del mundo.

 

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