Cita Improvisada
Una tarde del mes de abril sentada en el café de siempre, ella leía “De amor y de sombra” de Isabel Allende, y él simplemente la observaba desde otra mesa. A él le gustaba su capacidad de concentración, ver sus gestos y escuchar sus suspiros al leer. Ella en cambio omitía cualquier otra presencia en el lugar, no percibía su mirada aún. Su capacidad de abstracción era admirable para muchos.
Una mesonera interrumpió su degustación visual por un momento para entregarle el café americano que había pedido, su favorito; mientras que ella, casi al mismo tiempo recibía un mocaccino con galletas de mantequilla. Ella salió de su trance literario para agradecerle y le sonrió a la mesonera, y él desde su mesa inmediatamente pensó que ella era capaz de iluminar hasta el rincón más oscuro solo con su sonrisa.
Él bebió el primer sorbo mientras ella mordía una de las galletas. Se sentía en el ambiente una especie de armonía difícil de explicar. Luego de unos minutos y no por casualidad, porque las casualidades no existen y el destino es maravilloso, ambos subieron sus rostros al mismo tiempo y sus miradas se encontraron; sostuvieron sus miradas por varios minutos y lo que por un momento parecía desafío luego se convirtió en placer para ambos. Ella cerró y dejó el libro a un lado y le sonrió mientras él bebía y tiraba de su café nervioso. Ella pensó que era muy tierno, cualidad que hasta ese entonces ella creía estaba extinguida entre los hombres. Él pensó que ella era muy inusual, diferente, exótica, y eso le gustaba.
Terminaron de beber sus cafés casi al mismo tiempo, pidieron la cuenta, pagaron y se pararon de sus mesas; al salir se encontraron frente a frente justo en la entrada, sonrieron y se miraron fijamente como si intentaran leerse por dentro. Él se presentó en un idioma diferente diciendo su nombre y una que otra palabra más, y ella le contestó solo con su nombre. Él iba vestido con ropa de diseñador, ella en cambio llevaba un pantalón de mezclilla viejo y un suéter tejido hecho por su madre. A él le importa la moda y tiene su propio estilo, ella en cambio... pues ella se viste con lo que tiene a la mano: ropa customizada, heredada y un poco oversize. Caminaron lado a lado en silencio por la acera por unos cuantos minutos; ella guardó el libro en su bolsa y él sacó de su bolsillo un par de Airpods. Se detuvo para colocarse uno de ellos y le ofreció el otro a ella. Ella le sonrío y le siguió el juego y él estaba emocionado por eso, tanto, que podía escuchar los latidos de su corazón aún con el bullicio de la calle y el audífono en su oído. Apretó el botón de ‘Play’ y comenzó a escucharse una canción nueva para ella pero conocida para él. Ella se acercó a él un poco más, rozaron sus brazos y un escalofrío se apoderó de ambos... La canción era ‘The Most Beautiful Thing’ de Bruno Major. A ella le gustó su ritmo y letra, a él le gustó su olor al tenerla cerca.
Estuvieron caminando unos minutos más, lado a lado escuchando la canción hasta que del cielo comenzaron a caer algunas gotas de lluvia. Él buscó en su bolso un paraguas pero ella le entregó el audífono y cruzó la calle dejándose mojar. Ella se dio vuelta y lo saludó desde el otro lado de la calle, él le sonrió y se apresuró para llegar hasta ella y cubrirla con el paraguas. Ella lo rechazó y salió a mojarse, miraba emocionada las gotas de lluvia pues los días lluviosos son sus favoritos; él sin embargo prefiere los días soleados y de cielo despejado. Ella muy invierno y él tan verano.
Después de un par de pasos lentos por la calle rodeados de las miradas de las personas a su alrededor, él decidió cerrar su paraguas. A él le importa lo que la gente diga, a ella, sin embargo, le importa muy poco lo que piensen los demás, así que al verlo un poco cohibido y cabizbajo, le tomó de la mano y juntos se acercaron a una parada de autobuses. Allí se resguardaron de la lluvia por un par de minutos, ella se sentó en una banca y él prefirió quedarse parado pero muy cerca de ella. Sentía muchas cosas al mismo tiempo, era un desafío para él, algo nuevo, una especie de misterio que lo incitaba a resolverlo. Él la miraba como queriendo decir algo, quizás todo, quizás mucho, pero al mismo tiempo prefirió quedarse en silencio. Para ella el silencio siempre significaba algo más profundo, al contrario de las palabras, las que con frecuencia no significaban nada… a menos que estuvieran expresadas en un papel o en una canción. Ese era su pensamiento. Por eso él le atraía tanto, porque él representaba un sonido nuevo, parecido a esa canción que escucharon juntos hace minutos atrás. Magia para sus sentidos.
La lluvia estaba cesando y él sacó unas llaves de coche de uno de sus bolsillos pero ella le señaló que a lo lejos se acercaba su autobús. Ella rápidamente tomó un bolígrafo de su bolsa, un pedazo de papel de su agenda, le escribió su número de teléfono y se lo entregó. Él tocó su mano cuando recibió el papel, la miró con el alma encendida y ella aprovechó el momento para despedirse con un beso en su mejilla. Por un momento todo se detuvo, el autobús esperaba frente a ellos, la lluvia se había ido y el sol lentamente salía por detrás de las nubes. En ese momento ambos supieron que en esta vida hay cosas demasiado complicadas y profundas para poder explicarlas en cualquier idioma, o con cualquier palabra. Por eso, ese instante, en esa tarde de su primera cita improvisada les bastó comunicarse así, sin palabras, a través de pequeños gestos: entre risas, miradas, lluvia y canción.
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