Uno, prestamista condicional
Dos amigos se consiguen en las afueras de la vieja librería de la esquina. Se abrazan pues llevaban algún tiempo sin verse.
- Si nos ponemos de acuerdo ni nos conseguimos. Le dice uno al dos. Uno, lleva una carpeta con algunos libros en una de sus manos.
- Ya te dije el otro día... ¿cuándo fue? ¿el año pasado?
Dos, lleva un periódico doblado debajo del brazo.
Ambos sonríen.
- ¿Tienes tiempo? Vamos a tomarnos un cafecito ahí.
Uno, señala un café que se encuentra frente a la librería. Dos, mira el reloj que lleva en su muñeca y un poco animado lo invita a cruzar la calle.
Entran al café y buscan una mesa. Se sientan. Uno, pide un café latte y Dos, pide un expreso. Dejan a un lado la carpeta, los libros y el periódico. Uno, se da cuenta de que Dos lleva remarcado algunos empleos de los anuncios clasificados del periódico.
Ambos se conocen desde la adolescencia. Uno, es abogado y Dos, es contador.
- Y dime, ¿Cómo va todo? ¡Ya se nos ven más las canas! le dice Uno.
- Pues, todo mal. Con decirte que las canas son lo último que me importa en estos días. Le contesta Dos.
- ¡Así estará la cosa!
- El carro en el taller, ahí lleva como cuatro meses. - Mientras cuenta con los dedos de su mano. - Continúa. - Tengo en total como tres deudas: al banco, a la casa de préstamo de Santiago, y a un compadre. - Hace una pausa y sigue.- Y creo... que mi mujer me está engañando con otro.
Uno lo mira con compasión y carraspea.
- Pues mira, a pesar de todo, yo te veo saludable.
La mesera les acerca el latte y el expreso a la mesa. Dos, bebe un sorbo inmediatamente y Uno, toma el sobre de azúcar, lo abre, lo vierte y comienza a mezclar su café.
- No creas que tengo muy buena salud. Acabo de salir de una gripa que me tenía en cama como por tres días seguidos. Le dice Dos.
- Yo solo quería animarte. Un poco de optimismo...
- Se me hace difícil. ¿Sabes lo que es caminar todos los días de aquí para allá? O si no, tardar horas atrapado en el tráfico dentro de un autobús. Llegar tarde a todos lados. El mecánico no me da respuestas claras, no sé si es que no consigue las piezas o no ha tenido tiempo de revisarlo. ¡Pero es que ya lleva mucho tiempo ahí parado! No me imagino como deben andar los cauchos.
Uno bebe su latte y comienza a perder la paciencia. Se acomoda en su silla y sigue escuchando las quejas de Dos.
- Por cierto, ahorita iba hacia allá, al taller.
- Básicamente el problema es lo del carro ¿verdad? ¿Y si te cambias de mecánico?
- Es que es la raíz de todos mis males.
Dice Dos exagerando y continúa.
- Sin el carro llego siempre tarde al trabajo. Por eso me bajaron el sueldo, y como tengo miles de cosas que pagar no se me ocurrió de otra que pedir prestado dinero prestado aquí y allá. Eso desencadenó mil peleas con mi mujer, que además ya ni quiere salir conmigo porque no tengo el carro. Sabes, ella siempre ha tenido una vida cómoda.
Uno, suspira y cuando estaba a punto de opinar, Dos, le interrumpe y continúa.
- Y ¿sabes lo que vi hace como tres días? Estaba en la parada de autobuses, iba sudado, cansado, harto ya de todo... y la veo a ella, en la calle de enfrente, bien vestida, sonriente y montándose en nada más y nada menos que en una Toyota color azul perlado.
- ¿Con quién? Dijo Uno intrigado.
- ¡Qué se yo con quién!
- Lo siento. Es que pensé que como detallaste la marca, el color... te habrías fijado en... - esto último lo dice en voz baja.
Uno mira a Dos con compasión y le dice.
- Bueno, te puedo prestar mi volkswagen... ¿te acuerdas? el escarabajo. Allá lo tengo, parado en la casa, nunca lo usamos. Sé que no es de lujo, pero por lo menos podrás llegar a tiempo al trabajo.
Hace una pausa. Dos, se va animando.
- Y también tengo un dinero extra que me pagó un cliente en estos días. Puedo prestártelo y así le pagas por lo menos al banco que sé que con los interéses son unos linces.
Uno, vuelve a hacer una pausa. Mientras Dos, se reincorpora en su silla, una sonrisa se esboza en su rostro y algo de brillo en sus ojos llama la atención de Uno.
- ¿De verdad? ¡Gracias! ¡Gracias! No sabes lo mucho que significa que alguien me ayude a salir de esta mala racha, de este hueco oscuro... Justamente estaba deseando hoy que mi suerte cambiara y apareciste tú.
Uno, carraspea, sonríe tímidamente y le responde.
- Oye, oye, pero no te emociones mucho, eso es todo lo que puedo hacer para ayudarte. Un carrito, algo de dinero... pero mi mujer, esa si que no te la presto ¡¿eh?!
Ambos ríen a carcajada mientras la mesera se les acerca a traerles la cuenta.
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