Diario de un mestizo
Nací el 23 de octubre del año 2016.
La historia de mi padre no la sé pues mi mamá se escapó de la casa de su humana por unos días y cuando
regresó se dieron cuenta de que estaba embarazada.
Mi hermana era de pelo color mostaza y yo de color miel. Ya sé, yo no sé de colores, veo todo gris, pero eso es lo que he escuchado de mis humanos.
Mi
madre era de raza cazadora y le gustaba aventurarse por las calles de aquella pequeña ciudad.
Un mes después de nuestro nacimiento, su humana decidió darnos en adopción a mi hermana y a mí
pues no podía con los gastos de todos; y además, su casa era muy pequeña para tenernos viviendo allí a los tres.
El día finalmente llegó y una tarde del mes de noviembre de ese
mismo año llegaron dos hermanas humanas a buscarme. No es por ser presumido pero cuando me vieron se enamoraron perdidamente de mi. También de mi hermana pero ella ya había sido prometida a otra familia.
Y
así nos separamos.
Y así fue como comenzó mi aventura con una nueva familia.
Las hermanas humanas me cargaban como un bebé, pues así lo era, ¡llevaba apenas un mes en este
mundo!
En el autobús de camino a casa me dormí en las piernas de una de ellas mientras todos me miraban con ternura. Al parecer y según mi humana, nací con muchos encantos.
Ellas debatían
acerca del nombre que me darían. Para las mascotas no sé que tanta importancia tenga, pero es agradable tener uno.
Me pusieron "Totoro", pues era el nombre de un personaje animado japonés
que representa el espíritu del bosque y que al parecer era favorito entre ellas.
Mi nueva casa tenía un patio inmenso como un bosque, un paraíso.
Mi familia humana es grande, y a pesar de que los 'jefes' son los
mayores, su hija menor es mi humana. Cuando sale a trabajar cuido de la casa y de los 'viejos' como ella misma les dice.
Si contara las cosas que me gustan les diría: la playa, el aroma a mar, los trapos
viejos, tomar el sol, explorar los diferentes olores y sabores de mi patio, ladrarle a las ardillas en los árboles, a los gatos que se asoman y de vez en cuando a los vecinos que también se asoman.
En definitiva
no me gustan los asomados.
Mi momento favorito del día es cuando mi humana regresa y después de darme comida, me quedo dormido a su lado o en sus piernas mientras ve la televisión con su familia.
Soy
un consentido, eso dicen. Pero la verdad, a mi no me molesta porque en el fondo soy rudo, de tamaño mediano, pero tengo carácter.
Aquí he vivido varias aventuras, como aquella vez cuando salí
en la madrugada a orinar en el patio trasero y un tlacuache decidió pasar por allí- No me contuve, y ese instinto cazador de mi madre salió a flote, corrí a ladrarle y creo que lo puse nervioso
porque cayó del muro y en ese momento aproveché para tomarlo por el cuello. Lo batí como lo hago con mis peluches pero mi humana no paraba de gritar nerviosa y desesperada.
Me sentí como protagonista
de una película de acción pero estoy segura de que ella, su familia y los vecinos se sintieron como en una de terror, sobre todo por los gritos.
Decidido a calmarla lo solté y ella aprovechó
el momento para cargarme, llevarme al baño, revisarme por si estaba herido y lavarme la boca. Pero la cuestión fue que ¡no le hice nada! si acaso quedó mareado de tanto agitarlo. Ella temblaba y a
mi me dio cosa darle ese susto. Me dejó en el mueble y ella salió al patio otra vez pero acompañada de su papá y hermanas; fue en ese momento en que se dieron cuenta de que todo había sido
una actuación, ya no estaba el tlacuache, se había hecho el muerto cuando lo solté y aprovecho todo el caos para escapar.
Ellos son así, se hacen los muertos y yo, la verdad es que no quería
hacerle daño, solo advertirle que a mi casa no era bienvenido.
Me he escapado como dos veces nada más, pero la última vez no fue voluntariamente, sucedió así: el padre de mi humana salió
a tirar la basura y yo decidí acompañarlo, luego salió una vecina y se pusieron a hablar así que decidí dar una vuelta, ¡Ah caramba! acabo de darme cuenta de que me parezco mucho a mi
madre.
Cuando dejaron de hablar, él se metió en la casa y cerró la puerta, así que cuando regresé y vi la puerta cerrada me di la vuelta para volver a pasear, pero minutos después
salió mi humana a buscarme al patio y al no verme comenzó a llamarme, lo hizo tan seguido y tan fuerte que la escuché en la calle de al lado así que decidí regresar.
Cuando abrió
la puerta, entré y ella se calmó al verme.
Creo que es muy nerviosa, pero supongo que así son los humanos cuando se preocupan y aman.
A veces cuando se siente triste la hago reír, otra
veces simplemente me siento a su lado para acompañarla hasta que se le pase mientras me acaricia. En las noches nos sentamos en las escaleras del patio para ver las estrellas, y cuando se pone a hacer ejercicios no
la dejo, porque siempre pienso que si se tira al piso es a jugar conmigo. ¿No es algo obvio?
En casa me tejen pijamas para usar en época de frío, me dan comida y galletas cada vez que pido, corro y
juego con todos. Lo único que no me gusta, aunque ya me han dicho que es por mi bien, es cuando me llevan al veterinario, sobre todo por la manera en cómo me miden la temperatura.
En aquel lugar también
soy famoso, sobre todo con las doctoras, cuando llego salen a saludarme y luego de mi revisión me dan recompensas.
Pero honestamente no me puedo quejar, ¡todos me aman, nací con carisma!
A veces
puede ser agotador, tener tanto afecto, pero la palabra 'mucho' no es suficiente.
Así que seguiré creciendo y acumulando aventuras con esta familia, seguiré siendo el que salte y ladre, el
que corra a través de este enorme patio, de esta casa, el que los defienda cuando se acerquen extraños y el que llene sus teléfonos de fotos tiernas.
Soy afortunado. Soy mestizo. Soy Totoro.
Comentarios
Publicar un comentario