El Naranjo
Calle laguna de Juluapan con calle laguna de Cuyutlán #152, en la colonia el Naranjo, municipio Manzanillo, es el lugar donde vivo.
Mi colonia o como decimos en mi país, mi barrio.
Zona rural no muy alejada de lo urbano, de la playa, pero sí muy cerca de montañas. Calles de tierra, arena y piedras, árboles de todos tamaños, flores de todos colores. Aunque las protagonistas principales de casi todas las calles son las buganvilias. Los árboles que abundan son los de mango, los de palma, y también los de plátano. Casas pequeñas en su mayoría, y unas que otras grandes, con patio y albercas. Caminar por estas calles es encontrarse en cada esquina con un perro o un gato, y aunque la mayoría de ellos no gozan de techo propio, en cada banqueta en las afueras de las casas siempre hay dos envases, uno para agua y el otro para ponerles comida. Son nuestras mascotas comunitarias. Al tener tanta diversidad de árboles y tener tan cerca montañas y extensa vegetación, nos hace afortunados al poder contar con visitas de una gran variedad de pájaros, sobre todo por las mañanas. Sus cantos te acompañan al caminar por las calles. Calles internas tranquilas, donde a veces vemos a los niños jugar al fútbol o a las canicas, también al mismo grupo de señoras caminando calle arriba y calle abajo mientras conversan sus actividades diarias. Normalmente se hace ruidoso solo cuando hay cumpleaños, o cuando celebramos fechas patrias o navidades y año nuevo; no muy lejos de mi casa, cruzando la avenida-carretera se encuentra la Plaza de Toros donde se hacen los grandes eventos de la zona, incluidos los jaripeos, bailes y conciertos. Al ser una colonia pequeña solo cuenta con una iglesia, un jardín que en mi país sería equivalente a una plaza, una escuela primaria, otra secundaria y un kinder. Las distancias son muy cortas, por eso es que caminar entre sus calles da gusto. Entre cada calle hay tiendas pequeñas que sirven para hacer compras de emergencia, ya que los grandes supermercados quedan un poco alejados, como a unos treinta minutos en autobús y unos veinte en carro particular. También tenemos muy a la mano, tiendas de tacos, verdulerías, carnicería, llantera, taller mecánico, y, ¡hasta una pequeña papelería!. Las personas son un poco reservadas, pero muy amables. Todos se conocen entre sí, y eso me hace recordar a mi barrio de origen, allá donde nací. ¿Me atrevería a decir que después de cinco años viviendo aquí me siento como en casa? Pues, la verdad es que sí.
A mí siempre me ha gustado vivir cerca de la montaña, con una casa rodeada de naturaleza, con ambiente tranquilo y alejada de todo el bullicio de la ciudad. Ir a la ciudad es obligatorio para muchas cosas, pero es cosa de ir y regresar, no de quedarse allí por mucho tiempo. Así que El Naranjo me vino de maravilla. ¡Ah! y en estas fechas cuando comienza a bajar la temperatura y hace un poco más de frío, comenzamos a tener las visitas de las tan preciadas y hermosas mariposas monarca. Son un verdadero deleite para la vista. Vuelan en conjunto y se mezclan con las de otro color, las que siempre andan por estos lados; y es como asistir a una exhibición de danza, te hipnotizan e inmediatamente sientes una conexión de tu alma con la naturaleza.
Sin duda, es un verdadero placer vivir en esta zona...
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