Viaje Accidentado


Una madrugada del mes de julio el autobús que se dirigía a la ciudad de Maracay se quedó accidentado en medio de la carretera.

Comenzaban las vacaciones para muchos, eso significaba diversión para algunos, pero descanso y viaje para Isabel.

Isabel era una muchacha de unos diecinueve años, era estudiante universitaria y estudiaba en otra ciudad, a unos cuántos kilómetros de su ciudad natal, Maracay. A pesar de ser joven ella no era muy sociable y sufría de ansiedad; así que en vez de salir con amigos para celebrar el fin de semestre, prefirió tomar maletas e irse esa misma noche al terminal para tomar el primer autobús que saliera.

En la fila para comprar pasaje ya había mucha gente. - ¡Demonios! ¿Toda esta gente va para allá? ¿Será que alcanzaré para un puesto? pensó mientras veía como la fila se movía lentamente. Miraba su reloj cada minuto y a veces hasta cada segundo. Ya no le quedaba comida en su residencia y no quería esperar otro día más para viajar, así que se aferró a su maleta y pasó los siguientes treinta y cinco minutos mirando su reloj, su celular y su objetivo principal: la caseta de compra de pasajes mientras pensaba - Y si no hay, tomo uno hasta Valencia y luego de allí tomo el de Maracay... ¡Ah pero me saldrá más caro! - Disculpa ¿vas a comprar o te vas a quedar allí parada? le dijo el chico que se encontraba detrás de ella en la fila; fue en ese momento en que se dio cuenta que ya le tocaba pasar a comprar. Estaba tan contenta y nerviosa que ni se dio la molestia en contestarle a aquel chico odioso. - Buenas noches, ¿le quedan pasajes para Maracay? preguntó a la señora de la caseta. - De hecho solo nos quedan dos para el autobús de las 9 pm. Isabel suspiró. - ¡Está bien! tome. Isabel pagó y se fue rápidamente al baño. Al salir, se dirigió a una pequeña lunchería, miró su reloj y eran las 8:45 pm así que aún le daba tiempo de comprar un pan, café frío y unos chicles. Su menú de cada viaje nocturno. Iba contenta pero cansada, solo quería subirse al autobús, sentarse en su puesto y esperar a que el tiempo pasara rápido hasta llegar a su destino. Al subirse al autobús, una señor le preguntó la hora, ella le contestó: - Las 9 en punto. - ¡Ah! entonces no saldremos a las 9, será como a las 9:15 de aquí a que todos se terminen de subir. Dijo el señor. Isabel le sonrió discretamente, la verdad es que no quería iniciar ninguna conversación con nadie. Se sentó e inmediatamente sacó sus audífonos, se los colocó y le dio play a su playlist favorita. Pero aquellas palabras del señor resonaban en su cabeza. “...como a las 9:15 de aquí a que todos se terminen de subir.” Miró por todo el pasillo y aún seguían subiéndose personas; parejas, un abuelo con su nieto, una mamá con dos niños y un adolescente, un señor, otro señor... Isabel los contaba y miraba el reloj: 9:18 pm. El chofer se montó, y comenzó a contar las personas allí montadas. - Al parecer ya estamos todos. Pensó contenta Isabel ya que eso indicaba que viajaría con el puesto de al lado vacío y también indicaba que ya estaban listos para arrancar.

Abrió la lata del café frío, bebió un sorbo y mordió el primer bocado de pan. El chofer le pasó por el lado y al llegar al volante comenzó a tocar la corneta. Isabel cerró los ojos. Mal. Eso indicaba que aún faltaba alguien por subirse, y no podían arrancar hasta que ese alguien se subiera. Uno de los niños que se subió con su madre comenzó a llorar. Isabel mordió otro pedazo de pan resignada, miró el reloj y vio que ya eran las 9:25 pm. El hermano pequeño del otro niño también lloraba, una señora mayor le decía a la madre de ambos que debía calmarlos, que les diera algo para comer, o algo para beber... Isabel miraba todo con desespero y subió volumen a su música, la canción ‘Home’ de Michael Bublé sonaba en ese momento. Suspiró y sin querer dejó escapar una sonrisa justo cuando el mismo chico que estaba detrás de ella en la fila para comprar pasaje la miraba mientras se sentaba a su lado. Isabel sorprendida, guardó su sonrisa y miró su reloj. Las 9:42 pm - Genial, ahora no solo vamos tarde, sino que también viajaré acompañada y me toca al lado de este... pensó mientras miraba por la ventana viendo como el chofer arrancaba el autobús. El chico volteó a mirarla de nuevo y le dijo: - Nos volvemos a encontrar... Pero ella decidió ignorarlo, como si no lo hubiese escuchado debido a sus audífonos. Se subió la capucha del suéter y volteó cerrando los ojos.

El autobús llevaba apenas cinco horas de viaje por carretera cuando un sonido de llanta ponchada los despierta a todos. Se detienen. Isabel mira por la ventana y ve que se encuentran en medio de la carretera, todo se encontraba oscuro y solo. Ve la hora en su celular y son la 2:15 am. Se encienden las luces internas del autobús y el chofer sube para decirles: - Creemos que como pasamos a gran velocidad unas barricadas hace unos kilómetros atrás porque pensamos que nos querían robar, pues, ¿qué creen? Se nos han ponchado dos llantas. Todas las personas inmediatamente comenzaron a conversar entre ellos asustados y desesperados. - Pero no se preocupen, ya pasamos la peor parte de la carretera, ya llamamos a los de tránsito y ya vienen para acá. Dice el chofer seguidamente de: - Están como a unos quince minutos de aquí, mientras tanto ya vamos el segundo chofer y yo a adelantar el trabajo. Algunos de los pasajeros se miraron con rostros preocupados, otros aún dormían y ni se enteraban de nada, uno de los niños, el más pequeño despertó y lloraba mientras su madre con rostro cansado trataba de calmarle. Isabel miró su celular, le quedaba poca batería así que decidió pausar la playlist que estaba en repetición. En ese momento volteó a mirar a su lado al chico que ya llevaba varios minutos observándola. - Que lástima que la tengas que parar, era una buena selección de canciones. Isabel lo miró sin decir nada. - Me imagino que la tenía con mucho volumen. Pensó. Y él continuó: - Aunque quizás le hacía falta un poco más de volumen para que ayudara a disimular los ronquidos del señor de allá. El chico señaló al señor de un par de puestos más adelante. Isabel miró y sonrió tímidamente, el chico le sonrió también. De ahí en adelante y por las próximas horas Isabel tuvo que romper con su asocialidad con aquel chico del autobús que aunque era un extraño para ella por lo menos compartían aparentemente el mismo gusto musical.


 

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