La Esquina de Las Brisas

 


La tienda de esa esquina está abierta veinticuatro horas. Es de esas de conveniencia donde consigues de todo un poco: papel de baño, cervezas, pan, revistas, cigarros... He entrado allí un par de veces; un hot dog, una pepsi cola y una caja de chicles; una revista de sopa de letras para hacer mientras espero en la parada de autobuses de la esquina cercana, un pan dulce y una barra de chocolate para la ansiedad. Cuando sales de la tienda te encuentras con la fila de niños y señoras comprándole al carrito ambulante del señor de las frutas. Es un puesto de frutas picadas: cubitos de sandía, piña, jícama, pepino, papaya, melón, banana, y otras más, que el señor ofrece en pequeños vasos de plástico junto con diversos toppings: salsa valentina, chamoy, limón, sal, gomitas de diferentes tamaños y colores... Los niños son los que disfrutan más. Un día de Octubre el señor llevó un muñeco del personaje Chucky, lo tenía fuera de la caja, cercano al carrito de frutas. Los niños, adolescentes, jóvenes y uno que otro adulto, incluyéndome, nos acercábamos para verlo de cerca. Lo tenía bien cuidado, y llevaba su cuchillito en la mano. Algunas personas temerosas caminaban rápido para no toparse con el muñeco, y otros más exagerados cruzaban la calle por miedo. Lo llevó para decorar esa esquina por todo el mes, dicen que ese ha sido el mejor Halloween de los niños de la cuadra. En esa zona hay de todo un poco: papelería, puestos de tacos, pozole y comida corrida, un lugar donde se reunen personas que profesan no sé cuál religión, y hasta pequeños hoteles que tienen salida a la playa. Por eso quizás se ven cruzar la calle muchos turistas, que van en bermudas, camisetas, trajes de baño y chanclas. Van de un lado a otro hasta la tienda para comprar lo que se les antoja, lo que quizás se les olvido traer en sus vacaciones, o lo que se les acabó y quieren volver a surtir. En el poste de luz se pueden apreciar varias hojas de papel con diferentes contenidos: “Se Solicita personal para trabajar en construcción”, “Se busca y se ofrece recompensa” junto con la foto de un hermoso perro llamado Toby, “¿Quieres adelgazar? Yo te digo cómo”, y una que otra hoja donde la tinta se ha decolorado por el sol y la lluvia.

Un día caluroso de agosto, de esos donde el cielo es azul intenso y escaso en nubes; mientras esperaba en la parada de autobuses, vi como un niño que salía de la tienda se le cayó un helado de paleta. El niño no lloró, simplemente volvió a entrar y luego de unos minutos, salió con otro helado. Reí. Ese día el autobús tardó más de lo normal, pero disfruté ver el ir y venir de la gente. Una pareja de jóvenes se compraba un vaso de frutas y lo compartían muy románticamente. Volteé la mirada y cercanos a ellos, se encontraban dos mujeres, comadres quizás, conversaban amenamente, como si estuviesen poniéndose al día con los cuentos e historias de cada una. Un auto se detuvo y el hombre que manejaba les preguntó algo, me imagino que una dirección, ya que una de las señoras le respondía no solo con palabras sino también con sus manos; movía las manos y brazos hacia arriba, hacia la derecha, hacia abajo, hacia la izquierda. Solo pasaron unos minutos y el señor del carrito de frutas se unió en la charla dando más instrucciones. El auto siguió y la señora continuó la conversación con su comadre. Un motociclista se estacionó cerca, bajó y entró a la tienda. Luego de unos quince minutos salió con varias bolsas. A pesar de ser una tarde de sol intenso, en aquella esquina se podía sentir la brisa del mar. Eso era lo que me gustaba, y lo que me tranquilizaba en días donde el autobús tardaba. Por eso era mi parada favorita, por eso caminaba un par de cuadras hasta allí todos los días; a esa esquina de Las Brisas.

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