Sin palabras



Amelia no sabía hacer otra cosa, solo escribir. Escribir y contar historias. “Ser escritor es una profesión solitaria”, ese era su pensamiento. Le apasionaba la idea de tomar páginas en blanco y llenarlas de palabras, de ideas, de sueños, de cuentos, de personajes e historias… Sin embargo, cuando llegaba el momento de hablar se quedaba sin palabras, ella solo hablaba con la mirada y los gestos, así como en una película muda.
Matías, un músico bohemio que tocaba guitarra en el parque se fijó en ella cuando leía un libro sentada en el césped, se acercó, intercambiaron miradas y así sin palabras surgió la conexión entre ambos.
Juntos creaban magia cada vez que se encontraban…
Se amaban, discutían, se volvían a amar, y así…
A Matías le costaba entender el temperamento de Amelia, pues todo dependía de su estado de ánimo, de sus ganas o no de hablar, un día contestaba sus llamadas y el otro día no, ese aislamiento propio y voluntario de ella se le hacía difícil de aceptar. Para él, todo era música, sonido, ruido, palabras… quizás por eso le gustaba tanto Amelia, pues ella representaba ese silencio y tranquilidad que a su vida le faltaba.
Por otro lado, Amelia pensaba en silencio que Matías ya debía haberse dado cuenta de que lo amaba, y simplemente no entendía porqué siempre hacía falta esa declaración expresa en palabras… Para Amelia el silencio siempre significaba algo más profundo, al contrario de las palabras, las que con frecuencia no significaban nada… a menos que estuvieran expresadas en un papel o en una canción, por eso quizás él le gustaba tanto, porque representaba el sonido que a su película muda le faltaba. 
Se inspiraban uno en el otro, se complementaban, ellos no lo sabían, pero lo sentían… Se amaban, discutían, se volvían a amar, y así sin palabras al encontrarse, mirarse y sentirse creaban magia a su alrededor.

Ilustración: Puuung.




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