Dorothy y Oz



Era de noche, Dorothy tenía miedo, se sentía perdida y realmente estaba perdida en medio de un extenso y oscuro laberinto en aquel oscuro bosque. Había tomado la decisión de huir de casa, de irse muy lejos, no sabía muy bien porqué pero aquello no era lo que esperaba.
Cansada de caminar, se sentó en medio del laberinto a llorar pero luego de unos minutos pudo ver que varias estrellas fugaces de color verde viajaban por el cielo hacia la misma dirección. Una de ellas vio a Dorothy y decidió dejarse caer frente a ella, Dorothy se secó las lágrimas y se levantó sorprendida.
La estrella le sonrío y le extendió un rayo de luz para que ella lo tocara y al tocarlo con su dedo índice la elevó por los aires y la sacó fuera del laberinto. Ya el sol iluminaba con sus primeros rayos de luz y Dorothy pudo ver dentro del bosque un camino rodeado de flores amarillas, volteó para agradecerle a la estrella pero ésta ya se había ido. Comenzó a caminar adentrándose en el bosque, disfrutando y apreciando cada detalle que la naturaleza y la vida le brindaba: pájaros volar, flores con dulce aroma por doquier, nubes brillantes y viento fresco; su corazón estaba comenzando a sonreír y ya no tenía miedo. Siguió caminando aún sin saber hacia donde iba o hacia dónde ese camino de flores amarillas la llevaba pero algo dentro de ella le decía que debía seguir. Luego de varias horas, ya casi al atardecer llegó a una colina y se sorprendió, pues allí estaba su casa; ¿Acaso había caminado tanto para volver al punto de partida?, ¿Acaso era otra casa parecida a la de ella? ¿O todo aquello era simplemente un sueño? Dorothy cerró los ojos fuertemente y al abrirlos seguía en el mismo lugar parada frente a aquella casa, su casa. 
De repente apareció un hombre alto, de mirada profunda y sonrisa cálida, le entregó una carta y seguidamente entró a la casa. Dorothy aún sorprendida por todo aquello abrió la carta y comenzó a leerla:
“Querida Dorothy, ya era hora de que regresaras a mí. Necesitabas estar sola un tiempo y no te imaginas cuánto te extrañé. Te estaba esperando. Si no podías venir, yo te buscaría incluso hasta el fin del mundo. Muchas noches veía hacia el cielo y pedía a las estrellas por ti, deseaba poder lanzar un hechizo de amor para volar hacia ti con la fuerza de mi corazón… Pero ahora, ya estás aquí, conmigo, ¿Crees todo lo que te digo? ¿Te quedarías junto a mí? Yo te cuidaré, no tengas más miedos… Te brindaré todo el coraje que necesitas así como tú me das magia con tan solo una mirada. Estoy dispuesto a defenderte de toda la oscuridad, así como esa deslumbrante estrella que te trajo hasta mí. Quizás estés sorprendida, pero el destino es así…
Dorothy, mi corazón siempre será tu hogar. 
Te ama,
Oz.”
Los latidos de Dorothy eran tan fuertes que estremecían a los árboles de alrededor como si de un viento se tratase; terminó de leer la carta y miró fijamente hacia aquella casa, ya había recordado porqué estaba allí y porque le era tan familiar. De nuevo la noche cubrió el cielo y la estrella de color verde apareció, con el mismo rayo de luz con el que la ayudó a salir de aquel laberinto hizo que se abriera la puerta de la casa. Dorothy le agradeció con una sonrisa y sin esperar más tiempo entró a dónde siempre perteneció, a su hogar.

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