Luz Marina y su tortuga


Luz Marina era una niña de diez años de edad que vivía con sus padres en la ciudad.  Ella sentía un profundo amor por la naturaleza, le gustaba el olor a pasto húmedo, cuidaba a los animales, adoraba a los grandes árboles y amaba el  color de las flores.
Desde muy pequeña en las épocas de vacaciones sus padres siempre la llevaban a visitar a sus abuelos que vivían en el campo, de ahí su amor a la naturaleza. Luz Marina disfrutaba ir a visitarles porque allí podía jugar entre árboles gigantes, alimentar a los animales, sembrar y brincar por doquier.
En las vacaciones de ese año, después de divertirse por varios días con la familia  y disfrutar del aire fresco del campo, sus padres y ella debían despedirse y regresar a la ciudad. Sus abuelos sabían que ese era el momento más triste para Luz Marina y decidieron hacerle un regalo antes de su partida, le regalaron una tortuga de peluche muy particular, tenía los ojos muy grandes y una leve sonrisa. Su abuelo se acercó a ella y le susurró: “Cada vez que extrañes este lugar solo abraza muy fuerte a esta tortuga”; su abuela le entregó una caja de galletas caseras de mantequilla  y le dijo también al oído: “Esta tortuga puede ser mágica, con ella te llevas una parte de la naturaleza a tu casa en la ciudad”.
Ya en la ciudad, antes de dormir Luz Marina abrazó muy fuerte a su tortuga de peluche hasta quedarse dormida. Esa misma noche tuvo un extraño sueño donde la tortuga le invitó a pasear por un lugar inmenso, repleto de árboles, flores de varios colores, pájaros cantando en sus nidos, viento fresco que acariciaba sus mejillas y mariposas que danzaban por el aire.
Al despertar estaba tan contenta que le pidió a su madre llamar a sus abuelos para agradecerles nuevamente por  aquel regalo tan increíble.
Y así, cada noche antes de dormir abrazaba muy fuerte a su tortuga de peluche y tenía sueños coloridos en donde conversaba con ella y jugaban en parques, bosques y campos; Luz Marina sentía una conexión con aquella tortuga de peluche, como si de verdad ésta tuviera vida y viniera directamente de la naturaleza.
Una tarde a la hora de la merienda, Luz Marina vio en las noticias junto a su madre que varios de los árboles de su parque favorito serían eliminados para construir un centro comercial; rápidamente Luz Marina pensó en cómo podía evitar eso, con determinación pensó en pedirle ayuda a su tortuga de peluche y entre las dos buscar la solución. En el sueño de esa noche  Luz Marina se sentía realmente  muy feliz en aquél lugar y no tardó en darse cuenta de que en realidad se encontraba en su parque favorito; al recordar lo que vio en las noticias entristeció y dejó escapar una lágrima; la tortuga de peluche  le sonrió, se le acercó cariñosamente y le dijo: “Tú puedes hacerlo, tú puedes salvarlo… La naturaleza no se compra, no se elimina... ella existe para vivirla y amarla”. Luz Marina le devolvió la sonrisa a la tortuga y se dieron un fuerte abrazo. A la mañana siguiente, lo primero que hizo al despertar fue darle un beso a su tortuga de peluche, luego se levantó de la cama emocionada para contarles el plan a sus padres y amigos del colegio y así salvar el parque.
Días antes de la destrucción del parque, se corrió la voz del plan de Luz Marina entre las personas y habitantes de aquella ciudad; los niños realizaron varias pancartas y los adultos reunieron sacos de tierra, pequeñas plantas, flores y semillas. Cuando llegó el día planeado, Luz Marina llevaba en sus brazos a su tortuga de peluche y junto con sus padres e incluso sus abuelos se fueron desde muy temprano al parque; en pocos minutos se les unieron varios niños, adultos y vecinos de alrededor. Inmediatamente comenzaron a sembrar nuevos árboles y flores cerca de los que ya estaban allí y adornaron con sus pancartas coloridas alrededor del lugar.
Momento más tarde cuando llegaron los ejecutivos, trabajadores de la construcción y hasta los medios de comunicación y vieron a todas aquellas personas en el lugar protegiendo a los árboles y recursos naturales, decidieron reunirse para conversar con ellos. Tanta fue la magia de la tortuga, el amor de Luz Marina por la naturaleza y el poder de convencimiento de todos que luego de una larga y conmovedora reunión, los ejecutivos decidieron no talar los árboles, ni cerrar el parque, ni mucho menos construir en sus terrenos.
La pequeña Luz Marina y su tortuga de peluche se habían convertido en los voceros de los árboles y en los principales cuidadores de aquel parque donde los niños de esa ciudad iban a jugar y disfrutar. Todos en aquella ciudad y en sus alrededores se convencieron de la lección de ese día: “Los seres humanos deben respetar a la naturaleza, deben disfrutarla en cada detalle que les ofrezca y deben agradecerle por todos los beneficios que les regala a los seres vivos”.

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