La última montaña
La leyenda contaba que solo los valientes que buscaban,
encontraban y subían a la última montaña de aquel lejano lugar, podían tener
una conversación con un maestro de luz que les daría las respuestas a las
inquietudes de su alma.
Muchos se interesaban por hacerlo pero no se
arriesgaban, y los pocos que lo intentaban se perdían o se regresaban
exhaustos. Pero hubo un hombre que no solo quería hacerlo, si no que lo
necesitaba…
Con solo algunas cosas en su bolso decidió salir a
vivir su aventura y emprendió su viaje una mañana del mes de Octubre; todos a
su alrededor le creían loco, pensaban que no lo lograría, decían que se
perdería e incluso que moriría en el camino pero él simplemente ignoró todos
aquellos comentarios, pues confiaba en que su corazón valiente le indicaría el
camino.
Luego de varios días y semanas de caminata finalmente
llegó a la parte baja de esa montaña, al verla se sorprendió de lo grande y
hermosa que era, suspiró y comenzó a subir poco a poco. Le dolían las piernas y
la espalda, las gotas de sudor lo cegaban y la respiración era entrecortada
pero su corazón lo empujaba con cada latido y lo guiaba por aquellos caminos de
árboles y vegetación frondosa. Al llegar a la cima ya era de noche, desde allí
podía ver a la luna y a las estrellas muy de cerca, extendió sus manos como si
pudiera tocarlas, suspiró de alegría y se echó a dormir encima de unas hojas
secas. A la mañana siguiente se despertó con los primeros rayos de sol decidido
a buscar al maestro de luz que vivía en aquella montaña, al levantarse se dio
cuenta de que el maestro estaba allí sentado cerca de un árbol mirando hacia el
cielo.
El hombre emocionado y curioso se acercó para verlo,
el maestro inmediatamente le sonrío diciéndole:
- Felicitaciones, lo lograste. Ahora
dime, ¿Qué es lo que te causa tanta inquietud?
El hombre tenía muchas preguntas en su mente, muchas emociones en su
corazón y respondiéndole lo miró con expectativa.
- Muchas cosas, tendría que calmar mis
ansias y despejar mi mente.
El maestro asintió y le sonrió.
- Pero, ¿Me estaba esperando?
El hombre le preguntó pero el maestro no le respondió. Luego de unos
minutos el hombre cerró sus ojos, se concentró solo en el latido de su corazón
y comenzó a conversar con el maestro sobre lo que sentía.
- Necesitaba venir aquí. ¿Qué puedo
hacer para no temerle a la soledad?
El maestro le dijo:
- Primero necesitas comprender que la
soledad es el complemento del amor…
El hombre suspiró hondo y abrió sus ojos. El maestro
le dijo:
- ¿Qué te trajo hasta aquí?
- Mi inquietud, mis ganas de querer
resolver estos miedos que me acechan… Usé mi corazón como una brújula para
llegar hasta aquí.
El maestro le sonrío.
- Haz hecho muy bien. ¿Sabes? hay dos
tipos de personas, las que se dejan guiar por su corazón y los que no. Tú eres
del primer grupo.
- ¿Y de qué me ha servido? Me han
lastimado, ignorado… ¡Las personas dicen que mi mayor defecto es ser amante del
amor!
El maestro soltó una carcajada.
- ¿Defecto o virtud? ¿Qué crees tú?
El hombre sonrió. Ya estaba entendiendo todas las
enseñanzas del maestro.
- ¿Quién dijo que para contribuir con
el bien de la humanidad necesitas estar bajo una lluvia de aplausos? Sigue
haciendo lo que realmente amas, sigue siendo fiel a tus ideales y honesto. Allí
está la clave…
El hombre abrazó al maestro pues se sentía realmente
agradecido por aquella conversación.
- Ahora ve y sigue haciendo tu
trabajo. Hay alguien allá abajo que te espera para acompañarte, para ayudarte a
comunicar tus mensajes pero sobre todo para amarte.
El hombre curioso le preguntó al maestro:
- Pero, ¿Quién es? ¿Cómo la
reconoceré?
- Cerrarás tus ojos, relajarás tu
mente y con tu corazón, con tu amor, la reconocerás.
El maestro se despidió con una
sonrisa y se alejó caminando entre la espesura de los árboles.
Y de esta manera el hombre de
corazón valiente que subió a la última montaña pudo saciar sus inquietudes,
pudo entender realmente cuál era su misión, pudo entender que siendo él mismo
podía vencer ese miedo a la soledad y finalmente, pudo satisfacer las
necesidades de su alma a través de los ojos de aquella persona que su corazón
eligió.
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