Recuerdo Navideño
Navidad del año 1995.
Esa navidad
donde pedí dos cosas en mi carta al niño Jesús: la casa de la barbie, y que mi
mamá saliera del hospital.
El niño Jesús hizo lo que
pudo ese año, hizo magia en todos los sentidos para que no dejara de creer.
La mañana del 25 de
diciembre había dejado una caja grande a los pies del nacimiento. No era la
casa de la barbie, pero era un set de camping de barbie que incluía: carpa,
sillas y mesas plegables, radio, lámpara, bolsa de dormir, ollas, carne y pan de
hamburguesa, refrescos, cava… Todo en miniatura, bien cuchi. Era incluso mejor
que la que había pedido en mi carta.
Por cierto, ese mismo año
una vecina me regaló una cesta de picnic que incluía tazas, platos, etc.; pero
en tamaño real, así que todos los juguetes eran de la misma temática – Y yo,
¡encantada!
Pero sin duda la emoción más grande
fue poder llevar todos los juguetes al hospital cuando visité a mi mamá la
tarde de ese mismo día. Incluso, recuerdo que le llevé comida real
(un pedazo de pan de jamón, y jugo) y se lo serví a ella como si estuviésemos
de picnic o de camping en su habitación del hospital. No me importaba que la
visita fuese corta, “porque los niños no deben estar mucho tiempo de visita
en los hospitales”, solo me importaba disfrutar de ese momento, estar con
ella, verla comer, sonreír, sentir su abrazo…
3 meses después el niño
Jesús me dio el regalo más significativo, el más esperado, el que me hizo creer
en la magia, en los milagros; le habían dado de alta a mi mamá y por fin podía
estar junto a ella en casa.
Desde entonces, para mí, la
navidad no se celebra un solo día, o un solo mes, si no todo el año. Es una celebración
que se lleva en el corazón, es mantener a esa niña viva, ilusionada, creyente y
confiada en que las cosas son posibles si se desean con el alma y corazón.
Ilustración: https://www.instagram.com/stefanyod2/?hl=es
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