11 - El árbol más antiguo del vecindario



Es un árbol inmenso, un árbol de Samán.
Recuerdo que cuando era niña al verlo se me cansaba el cuello, pero al mismo tiempo no podía dejar de mirarlo. Sus inmensas ramas se esparcían por el aire brindando sombra a todos los que por allí pasaban.
Era el árbol más grande y con más años del vecindario, y siempre me preguntaba: ¿Cuántas cosas no habrá visto en todos sus años de vida?
Una tarde me acerqué a él y me senté a sus pies. La brisa acariciaba mi rostro y hacía volar mi cabello. Algunas hojas caían mientras yo leía historietas que mi padre me había comprado el fin de semana pasado.
Eran las cuatro de la tarde, el resplandor del sol se hacía más fuerte y mis párpados como persianas jugaban a abrirse y cerrarse, y justo antes de rendirme a ese juego escuché desde arriba: “¡Ey, tú!”. Abrí lo más que pude mis ojos y miré hacia arriba.
Una de las ramas se movía extrañamente, recuerdo haber pensado que ni el viento más fuerte podía hacer mover así la rama de un árbol. De repente esa rama me tomó de la cintura y me subió hasta otra rama, allá en lo alto de aquél árbol. A pesar de que estaba asustada no grité, pero los latidos de mi corazón hacían eco en mis tímpanos. Me sostuve fuerte a la rama, con los brazos tensos esperaba que la magia continuara y así fue pues el árbol comenzó a hablarme.
-        Estaba esperando que alguien como tú se acercara a mí.
Con el corazón acelerado y las manos aferradas a esa rama miraba por todos lados, pero no pude ver de dónde salía aquella voz y como si el árbol me hubiese leído la mente me contestó:
-        No vas a poder conseguirme una boca, te hablo desde mi centro, desde mi alma.
Supuse que como ser vivo, él también poseía un alma y en silencio dejé que continuara.
-        Veo que te gustan los cuentos, las historias… ¿quieres que te cuente la mía?
Emocionada le afirmé con la cabeza, aún no sé por qué no podía pronunciar palabra alguna pro estaba bien pues el árbol podía leer mi mente, así que relajé mis hombros, brazos y manos y esperé con ansias a que hablara nuevamente.
-        Nací hace unos 50 años atrás cuando un cura que habían enviado para estos lares me sembró. Lo hizo porque quería traerse una parte de su llano para la ciudad. Fui creciendo con el paso del tiempo hasta convertirme en lo que soy ahora. He visto crecer niños, morir ancianos, incluyendo el responsable de mi nacimiento.
Eso lo dijo con un tono de tristeza.
-        He pasado por muchas estaciones, he albergado a muchos pájaros y nidos en mis ramas y a muchas personas a mis pies en épocas de calor. Puedo decir que mi propósito de vida lo he cumplido y lo seguiré haciendo hasta el final de mis días.
Una brisa leve movió sus hojas allá en lo alto, yo cerré mis ojos y suspiré. Quería que siguiera, sabía que tenía aún muchas cosas por decir.
-        Aquí a mi alrededor muchos niños han jugado pelota, a las escondidas e infinitos juegos inventados. También muchos enamorados se han declarado bajo mis pies, he visto primeros besos y hasta propuestas de matrimonio.
También he visto cosas malas, pero esas no las cuento… trato de olvidarlas y me aferro solo a las buenas.
Algunos se acercan a mí y me cuentan sus penas y alegrías, otros simplemente se quedan aquí por un rato a descansar y otros como tú que se apoyan en mí para leer historias.
Sonreí.
-        Pero como en toda historia, por ahí hay algunos antagonistas que solo me ven como un estorbo, que se cansan de mi tamaño y de mis hojas caídas. Por suerte hay personas como tú, que me aprecian, me cuidan y se interesan por mí.
Mi corazón estaba conmovido y lo quise abrazar así que despacio me rodé por la rama y al llegar al centro, lo abracé cerrando mis ojos.
-        Me ayudarás a que las personas me vean no solo a mí, sino a todos y a cada árbol como una fuente de oxígeno, de energía, de vida… Aún me queda mucho por ver, mucho por dar y recibir. Confío en ti.
Suspiré y abrí los ojos. De repente ya no estaba sentada en la rama más alta sino abajo a sus pies con las historietas a mi lado moviendo sus páginas al compás de la brisa. No sabía si todo aquello había sido un sueño, estaba confundida, miré hacia arriba y solo la brisa me respondía acariciando mi rostro. ¿Acaso me quedé dormida y soñé todo aquello?, pensé.
Pero fue tan real y mágico al mismo tiempo. Miré a mi alrededor, pero no había más nadie por allí, solo se oía un perro ladrar y a lo lejos un heladero vendiendo con su campanita.
Me levanté, tomé las historietas y recordé las últimas palabras del árbol. Me acerqué y lo abracé.
Desde ese día entendí que cada ser vivo tiene una historia que contar, y cuando digo ser vivo me refiero a cada persona, a cada animal, árbol, piedra, incluso cosas… todos tenemos un propósito, tenemos sueños, en cierto modo todos estamos relacionados y nos necesitamos entre nosotros.
Sigue siendo un árbol inmenso, aquél árbol de Samán. Me vio crecer y ahora no solo me siento a sus pies a leer historias sino también a crear nuevas junto a él.

Comentarios

  1. Como siempre rico en recursos, imaginación y sentimientos... bello escrito Yuda!! TQM

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares